El 2 de noviembre de 2024, en Jerusalén, los frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa vivieron un momento de oración por los fieles difuntos y realizaron la visita a los tres cementerios católicos latinos – el de los frailes y los dos cementerios parroquiales (uno de los cuales ya está casi en desuso) – y la bendición de las tumbas.
Muerte y vida eterna
En este día, además de en la misa conventual, los frailes participan en otra solemne en árabe en la iglesia de San Salvador, parroquia latina de Jerusalén. La celebración estuvo presidida por el párroco, fray Amjad Sabbara. Concelebraron con él el vicario custodial, fray Ibrahim Faltas, el visitador asistente, fray Marcelo Ghirlando, y varios frailes.
El color morado domina la liturgia que conmemora a los fieles difuntos. El morado de las casullas, estolas y paramentos litúrgicos recuerda a los fieles el tono penitencial de esta celebración desde el primer vistazo. Cantos, lecturas y oraciones invitan a afrontar el misterio de la muerte, que está presente en la vida de todos los hombres, pero siempre con una mirada de esperanza. De hecho, nuestro destino es la vida eterna.
“La Eucaristía nos asegura la vida eterna según las palabras de Jesús”, afirmó fray Amjad en su homilía. “Por eso, pedimos que aumente nuestra fe en Él y vivir según Su promesa”. Comentando el pasaje evangélico del Juicio Final (Mt 25, 31-46), el párroco latino de Jerusalén invitó a vivir según “un estilo de misericordia hacia quienes nos rodean, especialmente los más débiles, intentando aliviar sus sufrimientos, reconociendo en ellos la presencia del Señor”.
Oración en los cementerios
Inmediatamente después de la misa, frailes y fieles formaron una procesión. Rezando el rosario, atravesaron la ciudad vieja de Jerusalén hasta el Monte Sion, donde se encuentran los cementerios latinos. Nada más salir por la Puerta de Sion se encuentra el cementerio de los frailes franciscanos. Aquí tuvo lugar un breve momento de oración, tras el cual fray Ibrahim Faltas bendijo e incensó las tumbas.
Luego, la procesión descendió hacia los dos cementerios parroquiales: el antiguo, en funcionamiento hasta 1948, y el “nuevo”, que desde 1967 acoge los restos mortales de los fieles de la parroquia latina. En ambos, tras una oración dirigida por el párroco, los frailes rociaron las tumbas con agua bendita. Sobre las lápidas, las flores frescas y el incienso ardiendo indican la reciente visita de los fieles a sus seres queridos.