Qué Hacemos

Los Santos Lugares

Los Santos Lugares, por donde caminó Jesús, nos recuerdan que Dios ha querido caminar con nosotros, por eso, al entrar en contacto con esta Tierra Santa, nosotros, por medio de los santuarios, recorremos el camino de Jesús mientras estuvo con nosotros


La antigua ciudad de Acre ha sido escenario de numerosos acontecimientos históricos. Debido a su ubicación estratégica en la costa, esta ciudad ha sido habitada por muchos pueblos.

A la vuelta de su tercer viaje, después de hacer escala en Tiro, quedarse en la ciudad una semana y encontrar a los discípulos, Pablo, con Lucas, zarpa para Tolemaida (nombre que le dieron los griegos). Aquí los dos van a saludar a los hermanos y luego permanecen con ellos un día entero. Al día siguiente parten de nuevo a Cesarea adonde llegan en una jornada.

Saint John in the Desert. Pond and grotto.

El yermo de San Juan en el desierto, tercero de los santuarios de Ain Karem después del de la Visitación y del santuario del nacimiento de Juan Bautista, hace memoria del lugar en donde el Precursor encontró refugio huyendo de la matanza de los Inocentes. Comprende el Santuario, la Gruta, la fuente y la Tumba de Isabel.


Desde la iglesia de S. Juan a la de la Visitación, nos encontramos con un manantial llamado «Fuente de la Virgen» por los peregrinos del siglo XIV. Según la tradición, aquí, María encontró a su prima Isabel y aquí entonó el himno de alabanza (Magnificat) de reconocimiento a Dios.

 


La iglesia cruzada del XII siglo fue restaurada en el 1621 por el Custodio de Tierra Santa Tommaso Obicini da Novara y abierta en el 1675. La construcción actual, proyectada por el arquitecto Antonio Barluzzi, es del 1939. El nacimiento de San Juan Bautista, precursor del Señor, se localiza en el pueblecito de Ain Karem, al oeste de Jerusalén (hoy dentro del terreno urbano de la ciudad). Juan es hijo de padres ancianos, Zacarías e Isabel, parientes de María.

 


El corazón de la ciudad vieja de Jerusalén para los cristianos es la basílica del Santo Sepulcro, conocida por los habitantes locales como “iglesia de la resurrección”: en su interior se encuentran el Calvario, lugar de la crucifixión y muerte de Jesús, y la Tumba de Cristo, desde la que el Hijo de Dios resucitó al tercer día. Los dos Santos Lugares están relacionados y son inseparables, como lo es el misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesucristo que tuvo lugar allí y se realiza continuamente. Desde hace ochocientos años, los frailes franciscanos de la Orden de Frailes Menores son los custodios del Santo Sepulcro en nombre de la Iglesia católica, y comparten la propiedad de la basílica con la Iglesia greco-ortodoxa y la Iglesia apostólica armenia.


La aldea árabe de Beit-Sahur, que se alza en medio de los campos de Booz citados en el libro de Ruth (Rt 3,5), se ha identificado tradicionalmente con el Campo de los pastores, es decir, el lugar donde los ángeles anunciaron el nacimiento de Jesús a los pastores.


El lugar de nacimiento de Jesús, el Salvador, se identifica con Belén, donde en la actualidad se encuentra la basílica de la Natividad. Para inscribirse en el censo ordenado por los romanos, José y María viajaron desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la pequeña localidad de Belén, en Judea, ya que José pertenecía a la familia de David. Allí se cumplieron para María los días del parto y Jesús nació en la que hoy se conoce como la “gruta de la Natividad”.

 

A lo largo de la carretera que va de Jerusalén a Jericó, detrás del Monte de los Olivos, se encuentra el pueblo árabe de al-Azarìya, la Betania de la que habla el Evangelio (del hebreo Bet ‘Ananya, que significa casa de Ananías). En tiempos de Jesús, como en la actualidad, Betania era un suburbio de Jerusalén, un centro pequeño justo en el borde del desierto de Judea, donde vivían algunos de sus amigos más íntimos: Marta y María con su hermano Lázaro. Hoy el camino desde Jerusalén está interrumpido por el muro de separación, por lo que es obligatorio seguir una ruta mucho más larga.

 

Dirigiéndose hacia Jerusalén, Jesús y sus discípulos llegaron a Betfagé, al pie del Monte de los Olivos. De aquí envió a dos de sus discípulos a buscar un asnillo. Después que se lo llevaron, colocaron sobre sus lomos algunos mantos. Jesús se subió sobre el asno y, rodeado de un grupo exultante, se encaminó hacia Jerusalén. Y le aclamaban diciendo: “El es el hijo de David, el profeta Jesús de Nazaret”.


Cuando Jesús se enteró de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea, salió de Nazaret y se fue a vivir a Cafarnaún, a la orilla del mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho a través del profeta Isaías: “Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, De camino al mar, más allá del Jordán, Galilea de los gentiles. Las personas que vivieron en la oscuridad. Vio una gran luz, para los que vivían en la región y la sombra de la muerte. Ha surgido una luz. Desde entonces, Jesús comenzó a predicar y a decir: «Conviértete, porque el reino de los cielos está cerca”».


En Caná de Galilea Jesús realizó el primero de sus milagros. A petición de María, su madre, convirtió el agua en vino. Así manifestó su gloria divina y suscitó la fe de sus discípulos. En Caná se recuerda también la vocación del apóstol Bartolomé (Natanael), del que dijo Jesús: “Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño”.


El Monte de los Olivos es muy rico en recuerdos bíblico-cristianos. El llanto y las lamentaciones de Jesús sobre la Ciudad Santa, se recuerdan en este Santuario Medieval.


La tradición recogida por los franciscanos de Tierra Santa coloca en este lugar el recuerdo de la aparición de Jesús Resucitado a los dos discípulos de Emaús, Cleofás y Simeón.


La tradición cristiana recuerda en este lugar dos momentos de la Pasión del Señor: la flagelación y la condena a muerte. Los dos santuarios se encuentran junto al convento franciscano, sede del Estudio Bíblico Franciscano. En el pavimento de la iglesia del Litóstrotos se conservan algunas piedras estriadas La imposición de la cruz sobre los hombros de Jesús se recuerda en los muros exteriores de la iglesia del Litóstrotos que es donde comienza la segunda estación del Via Crucis.

 

Con el término Getsemaní se señalan tres lugares, custodiados por los franciscanos, que hacen referencia a la noche en que Jesús fue traicionado: el huerto de los Olivos, la gruta de Getsemaní y la basílica de la Agonía (también llamada “iglesia de las Naciones”). En el huerto de los olivos Jesús oró intensamente antes de la pasión, mientras que la gruta de Getsemaní se identifica con el lugar donde fue arrestado. En conmemoración de los hechos que tuvieron lugar en el jardín de Getsemaní, al pie del monte de los Olivos se alza hoy la basílica de la Agonía.

 

La tradición bíblico-cristiana coloca a Jaffa varios episodios del apostolado de Pedro: resurrección de Tabita, hospitalidad en la casa de Simón el curtidor, visión del mantel bajado del cielo. De aquí, llamado por el centurión Cornelio, va a Cesaréa donde acoge los primeros paganos en la Iglesia.


Situada cerca del río Jordán, Jericó es una de las ciudades más antiguas del mundo, cuyos restos se remontan a más de 8000 años antes de Cristo. Aquí es donde el Señor Jesucristo devolvió la vista a Bartimeo y convirtió al rico Zaqueo ejerciendo, a favor de ambos, su ministerio como Buen Pastor.  Por eso, la iglesia latina local está dedicada precisamente al Buen Pastor.

 

El monte Nebo es el lugar desde el que Moisés contempló la Tierra Prometida, sin poder entrar en ella. El Nebo se alza a ocho kilómetros al noroeste de Madaba, en las estribaciones occidentales de una meseta con varias cumbres, limita al norte con el Wadi Ain Musa, “valle de los manantiales de Moisés”, y al sur con Wad Afrit. El punto más alto a la izquierda de la carretera – donde se elevan algunos dólmenes – es el verdadero Nebo, en árabe Jebel an-Neba (802 metros de altitud). El monte Pisga del que habla la Biblia (Ras Siyagha) se extiende, por el contrario, hacia el oeste pero es más bajo (710 metros). Una cumbre más al sur, el Khirbat al-Mukhayyat (790 metros), albergaba la ciudad de Nebo.


Ya para los primeros peregrinos cristianos el Monte Tabor es el lugar donde se sitúa el episodio de la transfiguración de Cristo que narran los Evangelios, y donde actualmente se encuentra la basílica de la Transfiguración. Aunque no se menciona directamente el nombre del monte, parece que se trata precisamente del Tabor, que se distingue claramente de las demás cimas de Galilea y está situado a 450 metros por encima de la llanura, es decir, a 588 metros sobre el nivel del mar. El monte se encuentra al este de Nazaret, de la que dista solo 8 km en línea recta.

 


El pueblo de Naín, en la pendiente septentrional del Yabal Dahi, debe su celebridad al Evangelio, siendo recordado porque Jesús aquí resucitó al hijo de la viuda.

 


Los recuerdos encontrados en esta ciudad hacen de Nazaret uno de los lugares más sagrados del mundo y, sin embargo, no son las únicas cosas memorables que se presentan ante los ojos o la mente del peregrino en estos lugares. Prácticamente no hay rincón que no recuerde algo de Jesús, el que vivió aquí. Su infancia y juventud, su vida en la pobreza, en la alegría y en la custodia de la familia, y aquí aprendió, trabajó, oró.

 


La tradición cristiana señala en Nazaret, además del lugar de la Anunciación, la iglesia de San José, denominada también de la Nutrición porque allí Jesús pasó los años de su vida oculta aprendiendo el oficio de su padre.

 


En la orilla occidental del río Jordán, no muy lejos de Jericó, se encuentra el lugar que recuerda el bautismo que Jesús recibió de manos de Juan el Bautista. El río Jordán discurre por medio de este venerado territorio dividiéndolo en dos partes distintas políticamente y marcando en la actualidad la frontera entre la zona controlada de Israel (al oeste) y Jordania (al este).


El convento de San Francisco Ad Coenaculum se encuentra cerca del Cenáculo, donde la tradición sitúa la Última Cena y Pentecostés. Precisamente en el Cenáculo, la Custodia de Tierra Santa construyó su sede principal en el momento de la fundación en 1333. El título oficial del Custodio de Tierra Santa, de hecho, hoy sigue siendo “Guardián del Monte Sion y del Santo Sepulcro”, por la gran importancia de ambos lugares.

Los frailes menores vivieron en el convento del Cenáculo en el Monte Sion desde el siglo XIV al XVI, cuando fueron expulsados por los otomanos.  Regresaron al Monte Sion en 1936, en viviendas compradas por los palestinos y adaptadas para la fraternidad.  Son el núcleo original de lo que hoy es el convento de San Francisco Ad Coenaculum, rebautizado cariñosamente como “Pequeño Cenáculo” o “Cenacolino”. 


Los peregrinos, recogiendo la tradición de los cristianos que vivieron ininterrumpidamente en Cafarnaum desde los tiempos de Cristo, localizaron en Tabgha tres recuerdos evangélicos: la multiplicación de los panes, la aparición de Jesús resucitado a los Apóstoles y las Bienaventuranzas.

Prosiguiendo hacia Tiberiades, después de la llanura de Ghinossar, se llega a Magdala, de la que toma el nombre María Magdalena, la ardiente discípula del Señor.

 


El Evangelio nos dice que mucha gente de Tiberíades, en barca, iba hacia Cafarnaum en busca de Jesús. La tradición cristiana antigua asegura que un grupo judío-cristiano vivía en dicha ciudad. Y otra más tardía concentra en Tiberíades el recuerdo de numerosos episodios evangélicos.

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